jueves, 31 de marzo de 2011

IT'S ME ON THE ROLLING STONE!!

Hola!!!

Mi buen amigo, y además suscriptor de este blog Dario Manrique, me pidió una pequeña aportación en un artículo que estaba escribiendo sobre la crisis de Islandia. Me limité a responder a unas preguntas sobre el modo en que los Islandeses habían manejado la situación de quiebra eventual de su país, y las prácticas fraudulentas de muchos banqueros y políticos que ahora se van a pasar una buena tempora "a la sombra".

En mi opinión el artículo ha quedado muy interesante, y además el hecho de que nombre a un servidor es todo un motivo de orgullo. Obviamente en la revista está mucho más bonito, con su enmarcación, sus imágenes, etc.... Pero para eso tendreís que comprar el número.

Saludos


EL MÉTODO ISLANDÉS

CON EL PAÍS AL BORDE DE LA QUIEBRA DE UN DÍA PARA OTRO, LOS ISLANDESES DECIDIERON NO PLEGARSE AL GRAN CAPITAL: DEJARON CAER A SUS BANCOS, DERRIBARON AL PRIMER MINISTRO Y LO QUIEREN ENCARCELAR. ÉSTA ES LA HISTORIA DEL PUEBLO QUE HA QUERIDO SALIR DE LA CRISIS CONSERVANDO SU DIGNIDAD.



CUALQUIER AFICIONADO A LA MÚSICA SE HA PREguntado alguna vez cómo puede ser que Islandia, un país con una población menor que la provincia de Burgos, tenga tal cantidad de artistas fascinantes. Algo similar ocurrió en los diez años anteriores a 2008 con su economía: ¿Cuál es el secreto para que una isla, cuya principal actividad era la pesca, alcanzara un crecimiento tan brutal?



La respuesta no sólo tenía que ver con la alta educación y el talento de los islandeses; también ocurría que los políticos y banqueros estaban jugando al monopoly con su ecología y su economía. En cinco años, tras la privatización de unos bancos que jamás habían operado fuera de sus fronteras, esas entidades habían pedido prestados 120.000 millones de dólares, 10 veces el tamaño del PIB islandés. Los inversores internacionales se pegaban por operar en la isla aprovechando sus ventajas fiscales, y más aún cuando el gobierno comenzó a vender al mejor postor sus recursos naturales para la instalación de industrias contaminantes o centrales geotérmicas.

El “milagro del tigre nórdico”, simbolizado por la presencia de coches de lujo en sus calles (comparativamente, Range Rover vendía allí más vehículos que en ningún otro país), servía de ejemplo a otras naciones con ansias de grandeza... hasta el otoño de 2008. “Se había llegado a un punto en que la moneda local de Islandia (la corona) cotizaba por encima de las principales divisas mundiales”, explica Nicolás Olivares, analista de riesgos en una entidad bancaria española: “El perverso efecto de todo esto fue que los islandeses, tanto sus bancos y sus principales empresas como muchos de sus habitantes, empezaron a endeudarse en euros y en libras, aprovechando el viento favorable. Cuando estalló la crisis con la caída de Lehman Brothers, Islandia sólo resistió una semana, y el problema para sus ciudadanos fue que la corona pasó de cotizar a 70 por cada euro, a 190 por euro. Es decir: si tenía un préstamo de 100.000, lo que me iba a costar 7 millones de coronas ahora suponía 19”.



LOS GOBIERNOS DE HOLANDA Y, ESPEciaLmente, Reino Unid se apresuraron a exigir a Islandia el repago de los casi 5.000 millones de euros que cientos de entidades y particulares tenían invertido en la isla. Gordon Brown usó los poderes de la ley antiterrorista contra Islandia como manera de retorcerle el brazo para que apoquinara. Un principio de acuerdo exigía que Islandia pagara durante seis años el 6% de su PIB, una carga enorme a sumar a los destrozos en la economía de la isla.

Tras el shock inicial, los islandeses comenzaron a darle vueltas a lo que consideraban una injusticia. El pueblo no debía pagar por la avaricia de algunos banqueros, empresarios, políticos e inversores. Se organizó un movimiento ciudadano que con sus protestas (caceroladas, concentraciones ante la residencia del primer ministro, invasiones del parlamento) consiguió lo que no se ha hecho en ninguno de los países castigados por la crisis.

A saber: no se rescató a los bancos, se les dejó caer para luego refundarlos nacionalizados; derribaron al gobierno en el poder; se planteó la adhesión a la UE; comenzaron un proceso para reformar la vieja constitución y aprobar una nueva que impidiera excesos y malas prácticas; se ha detenido a varios banqueros relevantes; en un referéndum se dijo “NO” a la liquidación de la deuda con otros países en los draconianos términos acordados por el gobierno saliente, y un segundo plebiscito aún está pendiente... Por último, tras el informe de una comisión especial que determinó prácticas corruptas por parte del exprimer ministro Geir Haarde, se decidió procesarle.

Sumadas a la elección de Johanna Sigurdardottir, una nueva primera ministra de izquierdas (y lesbiana casada: hasta para eso son diferentes), las medidas parecen, hasta ahora, acertadas: “De momento, el país ha conseguido mejorar el PIB y mantener la tasa de paro en niveles razonables, pero la deuda sigue ahí, y en algún momento se va a tener que hacer frente a ella”, cuenta Nicolás Olivares: “La mejor noticia para los islandeses es que, a diferencia de lo que se está haciendo en el resto de los países afectados por la crisis, no se han puesto paños calientes ni se han contentado con que rueden un par de cabezas, sino que se ha iniciado un proceso de cambio que va a modificar de raíz el actual sistema político y financiero del país”.



AÚN CON MATICES, LA MAYORÍA DE LOS islandeses reconocen el coraje de sus conciudadanos. “Valientes sí, pero no sé si hemos sido muy listos: esta crisis fue creada por algunas de las personas mejor formadas y educadas del planeta”, puntualiza Andri Magnason, escritor y director de cine muy popular en el país. “Debo decir también”, continúa, “que he estado en Irlanda y aún parecen estar paralizados por el shock, pues han acordado devolver miles de millones de euros-burbuja que los bancos tomaron como préstamos con miles de millones de euros procedentes del sudor, la sangre y el trabajo de los contribuyentes. Los islandeses no tenemos una gran historia de activismo social, pero es bueno que las iniciativas de la gente normal se conviertan en símbolo de cómo el pueblo toma la responsabilidad cuando el gobierno fracasa”. Ningún otro país ha seguido el camino de Islandia, y no es casual el silencio mediático: “Creo que es un proceso al que no se le está haciendo mucho seguimiento ni dando demasiada importancia en la prensa internacional, por miedo a que se extienda en el mundo capitalista”, explica Olivares.

La última obra de Magnason, Dreamland (un libro y un documental), ataca los excesos islandeses y su codicia con los recursos naturales. El prólogo para su edición inglesa es de Björk, que ya al principio de la crisis, en octubre de 2008, escribió para el diario londinense The Times un artículo en el que hablaba de esos mismos temas: “Los conservadores en el poder pensaron que era buena idea aprovechar la energía natural de Islandia y venderla a grandes empresas como Alcoa y Rio Tinto. Ahora tenemos tres fundiciones de aluminio, las mayores de Europa, y en los próximos años pretenden construir otras dos. Las fundiciones necesitarán energía de una serie de nuevas plantas geotermales y la construcción de presas que dañarán tierra virgen, fuentes termales y campos de lava. Eso no es sostenible”.

La cantante quiso predicar con el ejemplo y, aparcando su carrera musical, creó BJÖRK, un fondo de inversión para iniciativas empresariales sostenibles. “Islandia es un país pequeño”, escribió en The Times. “Ya nos perdimos una revolución industrial y mi esperanza es que saltemos directamente a las opciones sostenibles de alta teconología. Hay una característica maravillosa de la mentalidad islandesa: la audacia, que también conlleva una adicción a tomar riesgos hasta el punto de ser temerarios. Tras conocer ahora a muchas pequeñas empresas islandesas en crecimiento, me doy cuenta de que muchas de ellas han demostrado una audaz aproximación a la biotecnología o la alta tecnología”.

Pensando en el futuro, Andri Magnason también se opone a la construcción de nuevas fundiciones y también, obviamente, a que se vuelvan a poner demasiadas fichas en la ruleta del juego financiero:

“Debemos usar lo que ya tenemos: capturamos el 1% de la pesca de todo el mundo; generamos cinco veces más energía per cápita que la mayoría de los países; producimos 800.000 toneladas de aluminio; recibimos unos 400.000 turistas al año... Deberíamos ser capaces de ver que podemos construir un futuro con lo que ya tenemos”. Magnuson confirma que también se ha dado una especie de movimiento de vuelta a las raíces entre muchos islandeses, decepcionados por la cochambre del capitalismo moderno: “Sí, de pronto trabajos tradicionales como la artesanía de los tejidos de punto son respetados”.



LA MÚSICA ES OTRO DE LOS FLORECIENTES negocios islandeses de las últimas décadas y un estupendo escaparate para el país. Valgeir Sigurdsson es compositor (suya es la BSO del documental Dreamland), controla un estudio de grabación más el sello Bedroom Community, que edita a Sam Amidon o Nico Muhly, y además ha producido a Björk y a nuestro Aaron Thomas. Aunque la crisis ha golpeado a todos y cada uno de los 320.000 islandeses, Sigurdsson no ha notado un bajón significativo en la industria musical.

“La gente compra menos discos, pero creo que eso tiene que ver con una crisis en el negocio de la música que ya sufríamos desde antes”, comenta Sigurdsson. “Me parece que el mundo todavía muestra interés y entusiasmo por la música de Islandia y, como consecuencia, muchos quieren visitar esta pequeña y extraña isla”.

Usando un símil futbolístico, la montaña rusa que ha experimentado en la última década Islandia es comparable a que la Cultural Leonesa llegara a disputar la Champions en pocos años y, de un día para otro, volviera a la 2ªB. Es fácil imaginar que un palo así habrá hecho mella en el orgullo nacional. “Sí que ha habido pesimismo, muchos pensamientos lúgubres y continuas conversaciones sobre la crisis, pero por otro lado quizás también algo de alivio, porque se veía que todo iba en la dirección equivocada”, señala Magnuson.

Sigurdsson concuerda con él en el diagnóstico (“existía la sensación de que había demasiado de todo”), y aunque cree que el natural optimismo islandés les hará seguir adelante y volver a ponerse en pie, expresa sus dudas de que se haya interiorizado la lección: “Creo que Islandia va a seguir siendo como ese tío de la novia que se emborracha en la boda, se levanta y grita lo grande que es, se cae al suelo, se ríe de sus errores, después se mete en rehabilitación y al salir vuelve a darle al frasco. Repítase hasta el infinito”.

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